Leemos del Giro que es la carrera ciclista más bonita en el país más bello del mundo.
Leemos que “la gente es increíble, los italianos lo viven de una manera que ni los franceses en el Tour”. Lo dice Alberto Contador, dos veces ganador en Milán.
Leemos que “es una carrera que exige amor incondicional. Me acuerdo de cuando era pequeño, que esperaba salir de la escuela para saber qué había pasado, sus resultados. Cuando se estaba disputando el Giro no había pereza para levantarse por la mañana, quería levantarme corriendo para ir al quiosco y leer la prensa”, narra Carmine Castellano, el histórico director de la carrera.
El Giro de Italia es un calambre rosa que recorre la bota, de norte a sur, de sur a norte, un calambre rosa que pasa por pueblos preciosos, pequeños e íntimos, por grandes bahías, que transcurre entre teatros romanos y palacios del Renacimiento.
Sin embargo, la marca del Giro, la foto que distingue la carrera se toma en la montaña. Nombres que invitan a soñar, leyendas pasadas, presentes y futuras recorriendo las carreteras del Stevio, el Mortirolo, el Finestre y el Gavia, entre otros muchos.
Anfiteatros que rozan lo irreal, como las Tres Cimas de Lavaredo; otros que tocan el cielo, como el Gavia; algunos que siguen sin asfaltar, como el Finestre.
“Desde 2012, el rey de la montaña del Giro de Italia, el mejor escalador, viste la maglia azzurra que patrocina Mediolanum”Trampas grandes, pequeñas y medianas que quitan el sueño al corredor y alimentan la ilusión del aficionado.
El Giro de Italia es montaña, crestas que se confunden con el azul, el azul del agua del deshielo, el azul del cielo que se deja rascar por los ciclistas, el azul que viste al mejor escalador.
Porque, desde 2012, la maglia azzurra viste al mejor escalador, el rey de la montaña del Giro de Italia. Un azul que patrocina Mediolanum con el convencimiento de que, tras cada cima, la carrera, la vida, sigue su camino.
La maglia más joven
La entrada de Mediolanum en el Giro de Italia respondió a la pasión de infancia por el ciclismo de Ennio Doris, una pasión que tuvo un día marcado en rojo en su corazón, aquellas jornadas de estrecho duelo entre Fausto Coppi y Hugo Koblet.
Italiano y suizo se jugaban a muerte en cada recodo, en cada curva, en cada descenso mal asfaltado, la gloria de un Giro de Italia que se fecha en 1953. Una gloria que el suizo tenía al alcance de la mano a 48 horas de la etapa final.
Pero la historia no concluyó en el momento que media Italia, la “coppista”, porque la otra media, la “bartalista”, iba con el foráneo, bajó los brazos pensando que Coppi no iba a poder con Koblet.
El piamontés pensó en la siguiente etapa tras darlo todo en la carretera, y en las nieves perpetuas del Stevio consiguió remontar a Koblet para ganar su quinto Giro de Italia, el último de una serie gloriosa, igualada por Eddy Mercks, que su quinto Giro en 1974, solo veinte años más tarde.
De aquella historia, Ennio Doris sacó la frase que acompañó cada paso que dio en su vida: “El mañana también existe”, una frase corta, sencilla pero firme frente a un mundo que presenta curvas y desniveles propios de los grandes puertos del Giro de Italia.
Mediolanum en el Giro de Italia
Patrocinando el gran premio de la montaña, Mediolanum hace bueno ese lema y viste de azul las grandes cimas del Giro de Italia, lugares altísimos donde ciclistas de medio mundo se juegan su suerte, sabiendo que, tras la cumbre, la carrera sigue.
En 2012, el Gran Premio de la Montaña del Giro de Italia fue azul, azul de Mediolanum, y proclamó a Matteo Rabottini rey de las montañas bajo las agujas del Duomo de Milán.
“Los duelos del Giro en la montaña inspiraron la frase de Ennio Doris 'el mañana siempre existe'”La prenda azul del Giro de Italia también descansa en los hogares de dos ciclistas españoles, el navarro Mikel Nieve y el alavés Mikel Landa, quienes hicieron fortuna en entornos privilegiados por la naturaleza.
“El mañana también existe” y la maglia azzurra busca nuevo propietario mientras cambia de manos por el camino que concluye en Verona el dos de junio. Su último titular es Chris Froome, el cuatro veces ganador del Tour de Francia, quien el año pasado se animó a una travesía de locura por los Alpes para aunar en un mismo palmarés la maglia rosa con la azzurra.
La historia del mejor escalador
Patrocinar el Gran Premio de la Montaña del Giro significa apadrinar lo más simbólico de una carrera que es patrimonio nacional de Italia, como tantas obras de arte, tantos genios o tantos platos que llenan nuestras mesas.
Significa en esencia recoger lo mejor de la carrera y vestir escenarios imperecederos, que eran parte del ciclismo hace medio siglo y lo siguen siendo ahora. Escenarios que fueron testigos de la leyenda, porque formaron parte de ella.
Parte de la leyenda del primer rey de la montaña de la historia, Alfredo Binda, el corredor cuyo dominio le asentó como el primer grande de siempre, el pionero, quien abrió el camino para el reinado eterno de Gino Bartali, florentino, piadoso y visceral al mismo tiempo, cuyo legado dejó siete triunfos, cota que nadie ha igualado.
Si hubo uno que se le acercó fue ese asturiano que corría como si no hubiera un mañana, José Manuel Fuente, ganador cuatro veces de la montaña, aunque no de la general final, que en alguna ocasión rozó con la punta de los dedos.
En los anales de la montaña está lo mejor del Giro de Italia y su historia, nombres que hablan de que rendirse no es una opción, ciclistas que se hicieron grandes en la carrera más bonita del mundo, y que a su vez la hicieron grande a ella, en una simbiosis eterna y circular que nos demuestra que sí, que “el mañana también existe” y que Mediolanum hace coherente a través de su mecenazgo el mensaje que siempre marcó su camino desde sus inicios.
Por Ibán Vega – El Cuaderno de JoanSeguidor.
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