¡Todos somos campeones! Con este lema los empleados de Banco Mediolanum participamos como voluntarios en los Juegos Special Olympics, las olimpiadas de carácter internacional para personas con discapacidad intelectual, coorganizadas por la Federación ACELL.
De entre todas las disciplinas deportivas -tenis, natación, balonmano, atletismo…-, nuestra cancha de juego fue la del baloncesto. Pulsamos el marcador, servimos refrescos, dimos información, vigilamos los accesos y repartimos agua. Funciones distintas con un mismo fin: transmitir a los jugadores que cada uno de ellos es un campeón.
“No me lo pensé dos veces -nos contaba Jessica, recién incorporada en la entidad y voluntaria-. Lo que más me sorprendió fue que un banco nos propusiese ayudar de una manera tan directa, a pie de pista.”
“Un mismo fin: transmitir a los jugadores que cada uno de ellos es un campeón.”
Mónica Arias, empleada y voluntaria, nos explica que no es común que un banco plantee actividades así, pero que, en realidad, tendría que ser habitual que las fomentase. “Siempre he tenido el gusanillo de aprender cómo ayudar a quien lo necesita, pero muchas veces no sabes por dónde empezar. Que en tu trabajo te brinden la oportunidad de apuntarte y además te lo faciliten es una alegría.”
“Además, estar con otros empleados en un entorno distinto refuerza la relación y crea nuevos vínculos. Todo suma”, nos explica Mónica. A los niños se les recomienda hacer actividades extraescolares para compartir momentos con sus amigos fuera de clase. Nosotros hemos hecho lo mismo.
Todos intuíamos, y por eso apuntamos nuestro nombre en la lista de voluntarios, que formaríamos parte de un evento donde predominaría la constancia, la superación y el esfuerzo. Pero lo que no sabíamos es que dentro del pabellón se respiraría tanta ilusión. Y esto se transmitía en cada jugador, en cada entrenador y en cada familiar que animaba en la grada.
Nos lo tomamos muy en serio. La organización había confiado en nosotros, así que pusimos los cinco sentidos en ello. “Intenté aportar ayuda y entusiasmo: ayuda para la organización del evento y entusiasmo para los jugadores, quería que se sintieran especiales y animados”, nos comenta Jessica.
¿Cuál es la moraleja de este voluntariado?
“Que en tu trabajo te brinden la oportunidad de apuntarte y además te lo faciliten es una alegría.”
Jessica lo tiene claro: “Nos dieron una lección de vida, yo tenía los pelos de punta”. Aunque lo importante es participar, cada equipo ponía todas sus fuerzas para ganar, porque había entrenado duro, viajado muchas horas (venían de diferentes partes del mundo) y la medalla era su recompensa. Todos recibieron una. Así que los gritos de alegría cuando encestaban resonaban, pero los llantos al perder nos apenaban a todos. Sin embargo, el espíritu era de alegría, de implicación, de apoyo al equipo (¡y al contrario!), de agradecimiento y, sobre todo, de juego limpio. Tal y como se merecían, todos fueron campeones.
Jessica y Mónica confiesan que repetirían la experiencia, sin duda. Como nos explica Mónica, “yo aporté cosas, pero ellos a mí me aportaron mucho”.