Cómo hemos cambiado: 15 años desde la quiebra de Lehman Brothers

crisis de lehman brothers
Muy pocos momentos en la historia merecen ser llamados puntos de inflexión, pero la quiebra de Lehman Brothers es casi seguro uno de ellos. El 15 de septiembre de 2008 se produjo el hundimiento del legendario banco de inversión, con un pasivo de más de 600.000 millones de dólares.
Las bolsas se contrajeron y estallaron dos burbujas —una de activos financieros y otra de inmuebles— que empobrecieron notablemente a las familias en países como España o Estados Unidos. De la noche a la mañana, las casas valían menos (se derrumbó el precio de la vivienda) y nuestras inversiones financieras valían muchísimo menos.

En aquel escenario, el índice MSCI World se desplomó un 45% en algo menos de cinco meses desde el colapso de Lehman y tardaría más de dos años en recuperar los valores de entonces. La renta per cápita mundial se hundió más de un 6% en 2009 cuando nunca había caído más de un 3% en un solo ejercicio desde los años sesenta.

¿Qué hizo Mediolanum tras la crisis de Lehman Brothers?

Los primeros hogares que recibieron la implosión de Lehman, y los que peor lo pasaron al principio, fueron probablemente los que le habían prestado su dinero a una entidad que difícilmente podría devolvérselo. Entre ellos se encontraban, precisamente, 10.000 clientes de Mediolanum titulares de productos que utilizaban bonos del banco de inversión estadounidense como subyacente.

“Los principales accionistas de Mediolanum salieron al rescate de 10.000 clientes de la entidad que tenían productos que utilizaban bonos de Lehman como subyacente”

En este contexto, Mediolanum fue un rara avis al tomar una decisión sin precedentes. La familia Doris y Fininvest, los dos mayores accionistas de la entidad, evitaron que esos clientes perdieran su dinero al lanzar una operación que incluyó aportar 120 millones de euros de su bolsillo. Les ofrecieron intercambiar sus bonos por otros productos en los que recibirían a vencimiento todo lo invertido inicialmente. No querían que sus clientes vieran cómo se evaporaban sus ahorros e inversiones en uno de los peores momentos de sus vidas.

La gran transformación tras la quiebra de Lehman Brothers

El colapso de Lehman cambió la perspectiva del mundo en muchos ámbitos. Se vivía mucho más al día que ahora y las voces que advertían sobre la formación y un eventual estallido de una inmensa burbuja inmobiliaria en España casi parecían cantos de sirena.

Antes de aquel 15 de septiembre de 2008 se había vivido, sin saberlo, una versión de los locos años veinte que precedieron al crack de 1929.
La evolución desde entonces ha sido evidente, como quedó patente en la respuesta a la crisis pandémica de 2020 y 2021: la reacción de los bancos centrales con sus cañones de liquidez, los Estados con sus gigantescos planes de estímulo y las empresas acogiéndose a programas de emergencia como los expedientes temporales de regulación de empleo (ERTE), que fueron uno de los instrumentos que habíamos creado a raíz de la crisis financiera anterior para preservar, en lo posible, millones de puestos de trabajo.

Al mismo tiempo, el MSCI World volvió a sus niveles precrisis en cuestión de meses y no de años (nada que ver con 2008) y los precios de la vivienda en España cayeron menos de un 2% y se recuperaron con creces al año siguiente. Además, los bancos se vieron mucho menos afectados por la crisis que 15 años antes, porque poseían nuevos cortafuegos y colchones de liquidez y se encontraban infinitamente menos expuestos a los vaivenes del mercado inmobiliario. Los ahorradores y empresas, mientras tanto, se habían vuelto más prudentes con sus deudas y los hogares cada vez moderaban más el riesgo de sus créditos.

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La planificación financiera como antídoto ante los imprevistos

El cataclismo pandémico demostró lo importante que fue el cambio de mentalidad que experimentamos con la Gran Recesión. Un cambio que reivindicó y sigue reivindicando la necesidad de una planificación financiera cada vez más exigente para los hogares y las empresas.

Porque, lejos del champán y sus espejismos, cada vez más familias son conscientes de que las crisis económicas son recurrentes e inevitables y que, por eso mismo, la mejor forma de administrarlas es diseñar una buena planificación financiera que cuente con ellas y prepare unos cortafuegos y colchones poderosos que mitiguen sus dentelladas. Hemos comprendido que la financiación de nuestra vivienda o los estudios de nuestros hijos no pueden verse amenazados por un colapso como el de Lehman Brothers.

Con el ascenso de la planificación financiera, y las crecientes complejidades de los mercados, la importancia del asesoramiento financiero profesional e independiente se ha empezado a convertir en una pieza clave de las estrategias de las familias. Y si hace 15 años las entidades financieras se diferenciaban por su número de cajeros y sucursales, después de una pandemia que cerró las oficinas, impuso límites de aforo y redujo el uso del efectivo, los clientes aprecian aquellas que ofrecen un trato y un asesoramiento financiero personalizado y continuado, apoyado en herramientas digitales para la gestión del día a día, que poco tienen que ver con la vieja comercialización masiva de productos en campaña.

En definitiva, hemos cambiado mucho desde aquel 15 de septiembre de 2008 en el que parecía que se acababa el mundo. Y, afortunadamente, todo el camino que hemos hecho al andar nos ha permitido vivir más tranquilos, estar más preparados ante las inevitables contingencias de la vida y reaccionar más rápido y más eficazmente cuando llegan los cataclismos. Los bancos, los Estados, las empresas y las familias hemos mejorado mucho en apenas una década y media. Y, naturalmente, esto solo es el principio.

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