Hace siglos, los incas establecieron un sistema de terrazas para desafiar las abruptas pendientes de los Andes y ganar terreno para la agricultura. Estas construcciones a base de escalones, que se trabajaban en lugares emblemáticos como el Machu Picchu, recibieron el nombre de andenes. Se construían en las laderas y en lo alto de las montañas para poder sembrar. Ayudaban a evitar la erosión de los suelos y permitían aprovechar el agua tanto de la lluvia como del riego a través de canales que se comunicaban en sus distintos niveles. Los andenes se adaptaban así al paisaje natural y servían para aclimatar productos a la altura. Peldaño a peldaño, poco a poco, pero con paso firme. Era un sistema fruto de la observación, la paciencia y de mirada larga. Así funciona el largo plazo cuando hablamos de inversión. Se trata de pensar no en el hoy ni en mañana, sino en el futuro.
Invertir a largo plazo suele ser señal de beneficio
Esa es la idea que estableció el fundador del Grupo Mediolanum, Ennio Doris, hace ya 37 años. Cuando, casi cuatro décadas atrás, os medios hablaban de invertir en pocos minutos o en días, Doris ya contaba que, teniendo en cuenta la naturaleza de las empresas, los resultados se consiguen a largo plazo, nunca de un día para otro. El otro gran puntal de esa estrategia sólida es que el activo que históricamente ha dado más rentabilidad, la renta variable, puede desarrollar todo su potencial en el largo plazo. De hecho, fijar un horizonte temporal es clave para nuestros ahorros.
La diversificación: la clave del largo plazo
“Los incas instauraron un sistema de terrazas para ganar terreno a los Andes y adaptar los cultivos a la altura, poco a poco”
Quizás un gestor profesional de fondos pueda pensar a dos o tres años vista. Para un ahorrador, el mínimo ideal son 10 años o más. Y alguien preguntará: ¿por qué? Porque es un periodo en el que los mercados bursátiles, casi siempre, han dado resultados positivos.
Además, la solidez de la inversión se consigue diversificando. Hay empresas que se crean hoy y en unos años pueden desaparecer. ¿Por qué limitarnos a un título concreto si podemos invertir en todo el mundo? Tu país puede ir bien o mal, pero, desde una perspectiva histórica, el conjunto de la economía del planeta ha avanzado. De hecho, el único año después de la Segunda Guerra Mundial en que no creció fue en 2009, tras la crisis de Lehman Brothers, con las subprime.
Expectativas cortoplacistas vs estrategia a largo plazo
Es cuestión de método. No hay recetas mágicas ni bolas de cristal. Los vaticinios y las predicciones son un campo para la especulación de los gurús de las finanzas. A veces me preguntan: ¿qué pasará en los próximos seis meses? Siempre respondo lo mismo: ni idea. Muchos expertos salen en diciembre con las previsiones del año y se ven obligados a rectificar. Es más, muchos asesores tienen una relación con sus clientes basada en intentar ejercer de adivino. El cliente siempre está con una expectativa irreal y el asesor vive presionado. Si le dices desde el principio, “yo no adivino”, la relación es más tranquila.
Se trata de acompañar al cliente en su ciclo financiero y en la gestión de sus emociones y sesgos. Ante una crisis hay quien tiene miedo y vende, y en muchas ocasiones acaba perdiendo. Y, a la inversa, en los momentos de euforia muchos compran. Para el inversor, lo importante es mantenerse; no entrar y salir de manera constante, porque en 10 años puede pasar de todo.
Es más, conociendo la tendencia alcista de los mercados a largo plazo, la sugerencia es hacer un plan de aportaciones periódicas, lo que nosotros llamamos PAC: Plan de Acumulación de Capital. Consiste en invertir a largo plazo una cantidad fija todos los meses en renta variable, con independencia de lo que haga el mercado.
Déjate guiar por un asesor financiero
“Desde hace 37 años hablamos de cultivar el ahorro invirtiendo a 10 o más años, periodo en que los mercados casi siempre han dado resultados positivos”
Decía Benjamin Graham, autor del célebre libro El inversor inteligente, que “el ‘señor mercado’ es un esquizofrénico en el corto plazo que recupera la cordura con el tiempo”. El fundador del Grupo Mediolanum ya hablaba hace treinta años de las cestas del corto, medio y largo plazo en las que hay que dividir nuestro ahorro. Hay que saber para qué invertimos y no podemos mezclarlo todo en una única solución. No es lo mismo lo que ahorramos para el corto o para el largo plazo porque requiere herramientas distintas.
Nuestra obligación es ayudar al cliente a definir claramente los objetivos a corto, medio y largo plazo, y establecer si se trata de renta fija o renta variable, porque son herramientas distintas. Las cosas importantes se planifican a largo plazo: los planes de vida de una empresa, la vida académica de nuestros hijos o la jubilación, teniendo en cuenta que ahora vivimos más. Según el INE, una media de 85 años las mujeres y unos 80, los hombres.
La rentabilidad del interés compuesto
A largo plazo también podremos sacar provecho a la fuerza del interés compuesto. Aquello que, según dicen, Einstein describió como “el mayor descubrimiento matemático de todos los tiempos”. Es esencial en la rentabilidad del dinero. El interés compuesto puede ser interpretado como “intereses sobre intereses”. Hará que un depósito o préstamo crezca a un ritmo más rápido que mediante el interés simple, en el cual se calcula el interés solo sobre la cantidad principal. Si esperas a los 55 para pensar en tu pensión, tendrás que hace un esfuerzo mayor. Si lo haces con tiempo y aprovechas de la fuerza del interés compuesto, te irá mejor.
Tener un 0,5% más anual de interés a un año no te cambiará la vida. Hacer cosas que requieran un plazo largo, sí: tu primera vivienda, la segunda residencia o el ahorro para tu retiro. Y eso se consigue con una estrategia. Paso a paso. Regando las plantas y dejando que se aclimaten a los distintos escenarios. Y, al final, recogeremos los frutos.
Vittorio Colussi
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